lunes, 27 de abril de 2009

El lavarropas


Llega un momento del día,o de la semana o del mes, en el que caigo en la cuenta de la cantidad de ropa sucia que tengo acumulada y debo lavar.
Es así, que decido iniciarme en esta rigurosa aventura de quitar aquellas manchas molestas, y qué mejor aventurero que el lavarropas para acompañarme en la verdad.
Entonces separo las prendas de colores de las oscuras: le entrego al lavarropas las últimas,en primer lugar, así la parte fea del proceso termina rápido.
Coloco quitamanchas, y un poco de suavizante, para que la oscuridad toma al menos un sentido agradable, no tan acartonada. Mi amigo el lavarropas me transmite mediante sus luces que él se hará cargo, por un lento proceso, de hacer desaparecer esas manchas de la oscuridad. Y así, comienza.
Primero se llena de agua, y da la sensación de que las prendas oscuras se ahogaran. No sé por qué, pero eso me pone feliz. Luego comienza a asomarse espuma, espuma blanca, muy muy blanca, que hace que la oscuridad desaparezca. Parece que sólo es un instante. Se detiene unos segundos.Espera.Piensa qué hacer con ellas.
Para un lado,para el otro. El lavarropas traslada las prendas oscuras por todo su interior, como si quisiera deshacerse de ellas. Algunas se quedan pegadas en sus paredes, otras siguen dando vueltas al compás del intento por ser exterminadas. Esto ocurre durante un largo tiempo,que parece nunca acabar.
Vuelve a llenarse de agua, pero ya las prendas no se ahogan. Las vueltas incansables que el lavarropas da para eliminar la oscuridad, lo terminan confundiendo,hasta enfurecer.Entonces,como si una fuerza superior lo controlara,mi lavarropas da giros cada vez más rápido durante un tiempo considerable. Las estruja. Las arruga. Retuerce. Se calma, y se vuelve a enojar. No puede contra ellas, entocnes decide dejarlas en paz. Es ahí cuando saco a las oscuras prendas del lavarropas,y mis esperanzas por no verlas nunca más se desvanecen. Es ahí cuando comprendo que sólo puedo quitarles las manchas,perfumarlas,estirarlas,plancharlas y volverlas a usar. Es ahí, cuando entiendo que siempre irán conmigo, sólo tengo que aprender a llevarlas.
Y entonces, mi lavarropas, calmado, como en off, queda espectante, sigiloso, esperando a las prendas de colores para hacerlas brillar, o a las oscuras, para intentarlas apagar.

1 comentario: