miércoles, 29 de abril de 2009

Nuevo


A mí, el dolor me enseñó muchas cosas, y entre tanto que me dio, me quitó la posibilidad de poder volver a confiar…

De la pelea entre la persona racional y la pasional, sólo rescaté un par de lágrimas, arrepentimientos, ganas de arrancarme el alma del cuerpo, noches de alcohol y tabaco, y un manojo de resacas que no se curaban con volver a dormir. Nunca tendrían que haber sido rescatados, sino olvidados.

La persona racional, digamos, lo ajeno, trataba de tener la razón todo el tiempo. Ella sabía que estaba en lo correcto, pero cómo hacerle entender a la pasión que debía confiar en ella, la razón.

Se cometieron varios crímenes durante esa batalla: murieron viejos amores, murieron nuevos, dispuestos a terminar con la locura que adentro mío aumentaba a ritmo de fábrica, murió el tiempo, y por momentos, sentía que también había muerto el corazón.

Y ya, cuando no quedaba más nada que una razón muerta y una pasión, ciega, que creía haber ganado por afano…de repente, todo empezó a cambiar.

Quizás por cansancio, por desgano, por… la pasión sentía que había ahogado tanto a la razón cuando la razón tenía razón, que, ahora razonablemente, le tocaba rescatarla. La razón, dudosa de que la pasión entendiera que la razón tenía razón, poco a poco fue saliendo nuevamente a la luz. Por momentos tiene miedo de volver a morir, por momentos siente que le gana a la pasión, pero hay momentos en los que se queda inmóvil, quieta dejando que el tiempo, mediador por excelencia, decida cuál de las dos debe quedar.

Un día, inesperadamente, llega lo nuevo. La pasión no soportaba ser calmada por la fuerza de lo nuevo, y lo que más le molestaba era la idea de que lo nuevo existía porque la razón supo cómo actuar. Lo nuevo no era nuevo, era un viejo nuevo, que a la pasión y a mí, nos resultaba nuevo porque nunca supimos que eso era nuevo para ver, y para mirar, y para sentir.

Lo nuevo puso todo de sí, casi sin saberlo, y decidió convidarle un misterioso bocado de realidad a la pasión. Ella, incontrolable pero con la inconciente necesidad de ser atada, controlada, fue cayendo suavemente entre los brazos de lo nuevo, que le proponía cosas que ella nunca antes había vivido. Lo nuevo era nuevo, y por nuevo era novedoso, pero la pasión no entendía aún qué era lo que lo nuevo hacía de nuevo, que casi sin saberlo, sabía lo que estaba logrando. Casi no lo sabe. Casi.

La razón, que no mucho antes había decidido darse por vencida, y, al menos, eligió reconciliarse con la pasión, morir, pudo darse cuenta de la necesidad de su enemiga por ser apaciguada.

Y mientras esta sucesión de hechos ocurrían dentro de mí, yo seguía dejando correr el tiempo, por unos días, eligiendo a la pasión, por otros, eligiendo a la razón, pero nunca eligiendo a lo nuevo. Supongo que por miedo a la caída, supongo que por miedo a entender, supongo que el miedo no me dejó. Ni me deja.

Pero de a poco, la razón, lo nuevo, y la pasión se complementan, se completan y wow… de qué fascinante manera todo parece revivir.

Pasión, vieja y arrugada, sucia por la humillación de lo viejo, mareada por el vaivén de la indiferencia, maltratada y arrugada por la confusión, dejada de lado, tomada nuevamente, dejada de lado otra vez.

Razón, cansada de ser, de vivir y morir constantemente, cargada de rechazos, cargada de valor, ya poco comprometida, olvidó su objetivo y se dejó tentar por la tentación, de lo nuevo. Nuevo, nuevo. Y eso habla mucho.

Yo, dispuesta a recibirte, Nuevo, morir y volver a nacer. De nuevo, no con lo viejo, sino con vos, Nuevo.

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