viernes, 21 de agosto de 2009
David canta su salmo
[...] Odio,en una palabra. Y un odio de la peor especie, porque su causa está en el sujeto que odia, está en el propio tipo que odia. Él lleva consigo mismo el motivo,el objeto de su odio. Es sujeto y objeto de su propio odio, ¿me entiende? Y para esta clase de odio no hay remedio. Acuérdese de Nietzche: no hay redención para el que sufre de sí mismo, a no ser una muerte súbita. Also sprach Zarathustra. Estos tipos reciben constantemente la pisada del mundo. Cualquiera se les impone, y ellos no pueden guarecerse sino en el camouflage, en la pasividad, en el mimetismo. Sonriendo y callando.Aguantando,en una palabra. Y ahí está el peligro. En que aguantan, en que están obligados a aguantar. Porque aguantar, usted sabe, es una energía para dentro, una fuerza que tenía que ser centrífuga y usted la tuerce, la da vuelta y la hace centrípeta. Y entonces, claro, el homúnculo hace eso, aguanta,aguanta,aguanta,la prepotencia, el fracaso,la soledad, la postergación, todo lo aguanta. Pero cada cosa que aguanta es una piedra que se echa dentro del espíritu y hace peso. Hasta que un día la capacidad está colmada, y entonces basta un grano de arena, una nimiedad que le exija un nuevo aguante,y todo lo que el hombrecito lleva adentro le sale al exterior con la fuerza de un volcán en erupción,lo desfonda,lo da vuelta del derecho al revés, como a una media, y ocurre una catástrofe: el hombrecito mata,incendia,hace una revolución. La gente se queda atónita: cómo, ¿ese infeliz que no levanta medio palmo del suelo, que nunca dijo esta boca es mía, y ahora?Precisamente, chauchas,ahora. Ahora ha hecho lo que ha hecho porque no levanta medio palmo del suelo y porque nunca pudo decir esta boca es mía. Si por un lado la superficie está demasiado lisa, es porque del otro lado están las costuras y los nudos.
Confesión de David Réguel en "Rosaura a las diez" de Marco Denevi
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