lunes, 1 de junio de 2009

Silencios compartidos


De lunes a viernes, de enero a diciembre, me encuentro aquí: inmóvil, muda, casi indiferente. Durante días siento una melancolía invasora, donde sólo cabe un pensamiento feroz: no saben quién soy. Ellos me piden libertad o encierro y yo tengo el poder de concederles lo que deseen, pero los necesito para ello. Me golpean, una, dos, tres veces… si de adentro no responde nadie, mi vecino comienza a gritar: supongo que sus gritos son más molestos que los míos y es por eso que le obedecen con mayor rapidez.
Con el paso del tiempo vivo dos realidades diferentes y constantes: de adentro: charlas, muertes, fotografías detenidas, vidas, risas, llantos, nuevos y viejos habitantes, compañeros de rutina, luz y oscuridad, día y noche…Escucho las confesiones más secretas y oscuras, y las más públicas y vanas. Muchas veces quisiera retar a aquel hombre y decirle que en lugar de golpear a su esposa me golpee a mí. Pero sólo puedo callar y mirar. Muchas veces quisiera decirle al televisor que no gobierne la mente de los habitantes. Pero sólo puedo callar y mirar cómo mueren en el completo sometimiento ante el poderoso electrónico. Muchas veces me gustaría preguntarle, casi ya con desesperación, qué le sucede a aquella pared que me mira con detenimiento…no me quita la vista de encima, y sus enormes cuadros parecen acosarme, y acusarme. Y muchas veces también, me gustaría que aquellos adolescentes que música le dicen a la vida…no canten más canciones tristes, porque mi madera llora y se comienza a desarmar. Y sólo puedo crujir. De afuera: charlas, muertes, fotografías detenidas, vidas, risas, llantos, nuevos y viejos habitantes, compañeros de rutina, luz y oscuridad, día y noche…la diferencia está en que son pasajeros. A pesar de esto, tanto quisiera gritar… pero sólo puedo abrir y cerrar, dejar salir o dejar entrar.

Yo, la puerta.

Me quedo parada observándola detenidamente pensando, que si hablara, cuántas horas de café podríamos compartir.
Tanta gente pasó cerca suyo sin darse cuenta que existe. En cambio ella, dejándose dominar, les da a cada uno la opción de la libertad, o la de resguardarse sobre sus espaldas. Soportó el paso del tiempo y las influencias de éste sobre su cuerpo: cambiando de color, de forma, con nuevos clavos, nuevas manos que se afirmaban, y día a día, accesorios que la ayudan en la difícil tarea de brindar seguridad.
Al mirarla con alegría, pienso en las tantas risas, carcajadas, recuerdos, chistes de buen y mal gusto, buenas noticias, ella escuchó, y escucha, en silencio.
Al mirarla con tristeza, imagino cuántos llantos, enojos, gritos, golpes, muertes, heridas, recuerdos, descargas contra ella debió soportar, y soporta, en silencio.
Al mirarla con cierta intriga, me encantaría saber cuántos secretos guarda, si son los mismos que yo sé, cuántas confesiones ocultas, si recuerda cada una de mis transformaciones, cuántas personas dejó entrar y salir que sólo ella sabe que existen, y los ayudó, en silencio.
Y al mirarla, simplemente mirarla, una sensación escalofriante me invade, al pensar en su memoria, en su silencio. Será por eso que la miro tanto, será por eso que al bajar ella su picaporte, un miedo monstruoso me hace creer que la pierdo; es ahí cuando cierro mis ojos para no ver su partida, y cuando los abro y la veo… puedo darme cuenta de lo importante y fuerte que es mi puerta.

Yo, la pared.

3 comentarios:

  1. No me gusta mucho la imagen,pero no había ninguna q encajara tan precisamente como las anteriores...

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  2. simplemente tu locura no tiene cura...
    por mas q este increible lo q escribiste y si te pones cn la narguila entre la puerta y la pared suelen surgirte este tipo de pensamientos...buenismo...me encanto

    pero sos una loca y punto.
    beso

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  3. Verdaderamente intimista, magníficas imágenes, imaginación, muy buena narrativa.
    Nunca una debe sentirse mal o extraña si la tachan a una de loca, ¡total! es la lcura el estado natural del ser humano.
    Gracias por la visita,
    te seguiré.
    Migdalia

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